En pleno enero, cuando las temperaturas abrasadoras golpean la provincia, una realidad inhumana acecha a la Comunidad Mbokajaty, ubicada en San Ignacio, Misiones, conocida por su turismo religioso. En este enclave de esperanza y tradiciรณn, lo bรกsico se vuelve inalcanzable: el agua, esencial para la vida, les ha sido negada.
La Comunidad, cuyo territorio estรก reconocido como de uso pรบblico, actual y tradicional por la Ley 26160, no solo enfrenta el calor agobiante, sino tambiรฉn la indiferencia. Organizados y decididos, lograron juntar el dinero necesario para que la cooperativa local realizara la conexiรณn de agua potable. Parecรญa que todo marchaba bien. El medidor fue instalado y, por un breve momento, la Comunidad vislumbrรณ un rayo de esperanza. Pero al dรญa siguiente, esa chispa fue brutalmente apagada.
La cooperativa, bajo la presiรณn de una denuncia realizada por el propietario registral del terreno, retirรณ el medidor, dejando a algunas de familias nuevamente en la penumbra de la carencia. Ahora, los habitantes deben caminar 600 metros para obtener agua, cuya calidad es incierta y cuya obtenciรณn es un esfuerzo diario agotador.
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La situaciรณn de la Comunidad Mbokajaty no solo es una muestra de negligencia institucional, sino tambiรฉn de la deshumanizaciรณn que enfrentan los Pueblos Indรญgenas. El agua es un derecho humano bรกsico, reconocido por las Naciones Unidas. Sin embargo, parece que, para algunos, este derecho puede ser arbitrariamente condicionado o negado.
Las autoridades, cuya responsabilidad deberรญa ser proteger el bienestar de sus ciudadanos, han permanecido en un silencio que retumba mรกs fuerte que las temperaturas del verano. Su inacciรณn no solo perpetรบa el sufrimiento de la Comunidad, sino que tambiรฉn erosiona los principios de igualdad y dignidad.
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Es hora de que la sociedad alce la voz. No podemos permitir que situaciones como esta sean invisibilizadas o justificadas. Exigimos que las autoridades locales y nacionales intervengan de inmediato para garantizar el acceso al agua potable en la Comunidad Mbokajaty. Ademรกs, instamos a una investigaciรณn exhaustiva sobre las denuncias que llevaron a la retirada del medidor, asรญ como a la implementaciรณn de soluciones as que prioricen los derechos humanos por sobre los intereses particulares.
En San Ignacio, donde la fe y la solidaridad deberรญan ser pilares de la comunidad, no hay lugar para la indiferencia. La sed no toma vacaciones, y nosotros tampoco deberรญamos hacerlo ante esta injusticia. La humanidad de una sociedad se mide por la forma en que trata a los mรกs vulnerables. Hoy, la Comunidad Mbokajaty necesita de todos nosotros. Respondamos con la empatรญa y acciรณn que merecen.
